Cuando estaba pequeño y de pronto mi madre nos preguntaba a mis hermanas o a mí por algo que generalmente no sabíamos en dónde estaba, que normalmente eran las benditas tijeras o las agujas, -no sé por qué razón siempre se perdían o refundían entre otras cosas-, al titubear por el lugar en dónde podían estar, mi santa madre decía: “el perro le tira al gato y el gato a su garabato”, pues siempre lo que respondíamos era: “yo a la última persona que se las vi fue a zutana o fulana” y con eso tratábamos de evadir el tema, que a todas estas, en ocasiones se complicaba cuando no aparecían rápido estos objetos.
He titulado esta columna con el nombre de “Colombia un país de REFICAR” para referirme a un país de Robos, Engaños, Falsedades, Ilegalidades, Corrupción, Argucias y Raposeos.
El caso de la Refinería de Cartagena es un escabroso hecho de corrupción que sobre pasa todos los límites de lo concebible y aceptable. Los colombianos por inocentes que seamos sabemos que con los recursos públicos siempre se hacen fiestas; algunos honorables funcionarios las organizan más grandes y otros las hacen más pequeñas, pero al final todos programan su ágape de acuerdo a como se les den las cosas; pero esta vez el tema superó todo límite.
Tomando como fuente al periódico Portafolio, de la casa editorial El Tiempo, en lo referente a REFICAR, anotó: “Según advirtió la Contraloría General, el incremento en los costos de ejecución fue de 4.023 millones de dólares, lo que llevó a que el proyecto demandara recursos por 8.016 millones de dólares, luego de haber sido presupuestado en 3.993 millones al inicio del mismo, para un “incremento en el costo del 100 por ciento”.
Qué cosa tan bárbara señores lectores. Con este mismo dinero se costearía el famoso metro de Bogotá y sobraría dinero para otras importantes obras que necesita la capital de la república u otras ciudades del país que adolecen de muchas cosas y que por falta de recursos no las pueden ejecutar.
Ahora tenemos a una empresa nacional generando detrimentos que se aproximan a los 5,5 billones de pesos, entre pérdidas acumuladas y lo dejado de producir en los 27 meses de retraso de la obra, qué monstruosidad.
Además de las mencionadas pérdidas, hay una deuda por pagar de cinco mil millones de dólares que está proyectada para ser sufragada en los próximos ocho años, mucho más para robar negociando intereses, correcciones monetarias y otras cositas que los magos de las finanzas manejan mejor que nosotros que todavía echamos monedas de mil a la barriguita de un marrano.
Para terminar, quiero aclara que comencé con la anécdota de mi madre y mis hermanas, para traer a colación las ridículas excusas del expresidente Álvaro Uribe Vélez y el actual mandatario Juan Manuel Santos, al evadir la responsabilidad y tirarse el agua sucia el uno con el otro, sin asumir una actitud responsable y además respetuosa con el pueblo colombiano. Pero ya eso se quedó así, como se quedó así lo de ISAGEN, lo de Transmilenio, y lo de tantas cosas pútridas que acontecen en nuestra amada nación y no pasa nada. Les quiero contar que las tijeras y las agujas siempre aparecían, pero lo que sí no va a aparecer jamás es el dinero del sobre costo que ya debe reposar tranquilo en jugosas caletas o en cuentas de bancos Suizos, o de las Islas Caimán, o las Islas Vírgenes, vayan ustedes a saber.
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Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com