Hecho cierto es que luego de ver a los deportistas colombianos haciendo su mejor esfuerzo por conquistar alguna presea en los Olímpicos de Brasil buscando llegar nuevamente a Colombia orgullosos por su destacada actuación, nos sentimos agradecidos con todos estos compatriotas nuestros que han dedicado gran parte de su vida al deporte, con los sacrificios que esto conlleva en países como Colombia, en donde generar sobre costos como los de la Refinería de Cartagena que alcanzaron según la Contraloría General de la Nación los cuatro mil millones de dólares, es más común de lo pensado, pero invertir un presupuesto adecuado para la formación de deportistas de alto rendimiento es un escándalo, para lo cual muy poco hay.
La mayoría de personas de este país, que deciden dedicarse a alguna disciplina deportiva, primero deben aguantar todas las dificultades habidas y por haber para poder escalar en esa dura cuesta de esta profesión, sin importar el deporte a que se haga referencia.
Somos un país de campeones, tenemos a Óscar Figueroa, Caterine Ibargüen, Mariana Pajón, Yuri Albear, Yuberjén Martínez e Ingrid Valencia, todas unas glorias del deporte mundial, quienes han sudado aceite para poder llegar a donde están, muchos de ellos aguantando hambre, sin casa y sin formación académica debido a su pobreza y dificultad social; pero han salido adelante y son ejemplo de vida.
Por otro lado hay unos campeones del derroche, la corrupción y el desmangurre, quienes se vuelven enemigos de estos bonitos procesos de crecimiento humano y deportivo, porque se roban y dilapidan el dinero de todos, enriqueciéndose ellos ilícitamente, sin compasión con nadie, convirtiéndose en delincuentes de la peor calaña.
Citemos a algunos como los hermanitos Nule, quienes con el patrocinio de personajes siniestros como Samuel Moreno Rojas y su hermano mayor Iván, se robaron miles de millones de pesos del erario público, recursos con los cuales se daban una vida de lujo, jactándose por su riqueza mal habida, mientras Yuberjén Martínez desayunaba con una taja de plátano y media taza de agua de panela, antes de ir a darle golpes a un saco de arena, para poder llegar a donde ha llegado.
Por estas tierras opitas la cosa no es muy distinta y también se mueven como lombrices en la tierra ciertos personajes que no quiero nombrar en este momento, pero que ya les llegará el día en que los mencionemos con nombres completos, por su mojigatería, robo indiscriminado sobre recursos públicos, y se verán como gusanos en estiércol por sus malas mañas.
Según La Procuraduría General de la Nación, en esta tierra de campeones, la corrupción pública le cuesta veinte billones de pesos cada año a la nación, de lo cual poco se descubre poco se juzga y muy poquito se condena.
Por eso mientras a Ingrid Valencia le ha costado lágrimas representar a nuestro país en los juegos Olímpicos por sus dificultades económicas, muchos delincuentes de cuello blanco esconden el fruto de sus robos en socavones y caletas, para poder ir sacando de a poquitos el fruto de sus fechorías.
¡Ay! es que definitivamente Colombia si es un país de campeones, campeones…
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Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa – hfco72@gmail.com