Argentina sufre toda la clase de Cruyff

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Equilibrio. Bravura. Habilidad. Si a eso le incluimos rapidez de movimientos, y de pensamiento, tenemos la quinta esencia de un gol de Johan Cruyff.

Esta imagen muestra al genio holandés, que falleció tristemente el pasado 24 de marzo, en toda su esplendorosa agilidad y elegancia, dejando a un portero y a la defensa tras de sí en la Copa Mundial de la FIFA 1974™. Ese arquero era el argentino Daniel Carnevali, y el gol fue uno de los dos que metió Cruyff en un triunfo por 4-0 que podría haber sido aún más abultado.

Y aunque Ruud Krol y Johnny Rep también vieron puerta en una deslumbrante exhibición en bloque del Fútbol Total que caracterizaba a la Naranja Mecánica, la selección contraria sabía perfectamente a quién echar la culpa. “Fue a través de él”, admitió Miguel Ángel Brindisi sobre Cruyff, “que sentimos humillación e impotencia en la cancha por cómo jugaban”.

Naturalmente, junto al sufrimiento que infligía Cruyff a los jugadores rivales, estaba el placer incalculable que, tanto él como sus brillantes equipos, procuraban a los espectadores reinterpretando y revitalizando el deporte rey. “Mostramos al mundo que se podía disfrutar siendo futbolista”, reflexionaba el mítico jugador. “Represento a la época que demostró que el fútbol atractivo era agradable y eficaz, y muy divertido de jugar también”.

Por ese motivo, y por muchos otros, la muerte de Cruyff ha sido tan llorada. Y por todo eso, su poderoso legado futbolístico durará para siempre.

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