En los últimos años se ha manifestado entre los turistas una creciente atracción por el medio rural. De hecho, esta atracción por el campo se ha traducido en un éxodo urbano cada vez mayor. En el sector turístico, el agroturismo es un término cada vez más popular.
Es una forma de turismo destinada a descubrir y compartir el saber hacer de un entorno agrícola. Se practica de varias formas: visita a la finca, alojamiento, pueden incluir la cosecha de cultivos, el uso de implementos agrícolas y la degustación y compra de productos relacionados con el campo. Se destaca el uso de los recursos agrícolas para el entretenimiento recreativo (atracciones para los visitantes), tales como observación de animales, avistamiento de aves, ciclismo, senderismo y pesca. Es una oportunidad única para que los agricultores transmitan sus conocimientos y experiencias con el viajero, asociado al deseo de alejarse de los circuitos turísticos tradicionales. El agroturismo beneficia a los agricultores y a las comunidades rurales, brindando una oportunidad para diversificar sus actividades económicas y crear una nueva demanda para sus productos agrícolas.
Sin embargo, al igual que con todo el turismo, se requiere una gestión cuidadosa para evitar posibles impactos negativos sobre el medio ambiente, los recursos naturales, la biodiversidad, las vidas y culturas de las personas en estas áreas, promover el turismo agrícola sostenible es una forma prometedora de impulsar el desarrollo rural. La sostenibilidad es clave.
El desarrollo sostenible del agroturismo en las comunidades rurales plantea un interrogante: ¿cuentan estas comunidades con un modelo de gestión acorde a las necesidades de sostenibilidad e inclusión del agroturismo? De ser así, ¿es este modelo adecuado a la realidad de estas comunidades? Es necesario dar a la actividad productiva de la comunidad rural la formalidad necesaria para que este pueda tener éxito en el tiempo, donde las labores agrícolas y el agroturismo interactúen adecuada y sosteniblemente en beneficio del emprendimiento turístico, siendo entonces necesario un modelo de gestión administrativa que se adapte a la realidad social, económica y educativa de estas comunidades.
Lograr la sostenibilidad permite asegurar la perdurabilidad de la actividad en el tiempo, tanto de manera organizacional como económica, permitiendo a quienes integran las comunidades contar con una herramienta de desarrollo que puede pasar de generación en generación, evitando el abandono del campo y mejorando la calidad de vida de quienes ahí habitan.
Las comunidades rurales son conscientes de los cuidados y la protección de los recursos naturales. Esta perspectiva revaloriza las características de la agricultura familiar por su capacidad de desempeñar un papel clave en la reestructuración de las economías regionales – nacionales, en contrastante con las funciones que le impuso el modelo de desarrollo urbano-industrial modernizante, centrado en la producción de alimentos y en la provisión de mano de obra barata.
Para algunos analistas, las aseveraciones precedentes adquieren renovada fuerza al observar que las culturas campesinas son poseedoras de conocimientos, prácticas y un manejo del ambiente más cercanos a los principios ecológicos que aseguran su permanencia, sin embargo, que este nuevo rol social y económico se consolide efectivamente depende de políticas públicas más amplias que incluyan la lucha por los derechos plenos de los campesinos y por cambios estructurales que garanticen el acceso más igualitario a los servicios públicos, apoyos económicos, capacitación, vías en perfecto estado, acceso oportuno y asequible a créditos, a la conectividad de calidad y a todo lo que les permita un verdadero desarrollo sostenible en el tiempo y en su territorio.
Por. Maria Fernanda Plazas Bravo – Twitter: @mafeplazasbravo
Ingeniera en Recursos Hídricos y Gestión Ambiental
Especialista en Marketing Político – Comunicación de Gobierno
Universidad Externado de Colombia